En el viaje de regreso la montaña pierde opacidad. Nuevas aves cruzan el sendero. Las apariencias requieren un lento acercamiento.
9 de diciembre de 2022
28 de noviembre de 2022
2019
"El río se hizo profundo bajo el puente. Alguien observa y funda la distancia, proximidad y lejanía de una misma matriz. Las superficies son hondas, piensa. El lugar es ocupado lentamente por el lenguaje.
Junto a la orilla el caminante se detiene. La noche lo recibe con sigilosa indiferencia. En cada sombra un mundo no visible se tensa; el resto se oculta. — Como un oído, el ojo no es sensible a la luz, sino al tiempo."
9 de febrero de 2022
Visiones luminosas
30 de enero de 2021
De nuevo
"Nada es necesario, salvo la adecuada disposición para el comienzo: esto sí. Sobre la mesa de una casa de Brandemburgo (aún recuerdo el nombre de la calle: Dorfstrasse; y de la estación: Drahnsdorf) había un libro que, durante el tiempo que estuve allí, no supe ver. En este libro, sólamente después, descubrí el perfil de una montaña bajo la luna, y el fuego al acercarse calcinando lo que en la página anterior había resplandecido. No el verde de la hierba, sino el de la fotografía de un monte demasiado verde para existir.
Entonces supe que el color no iba a apagarse al compararlo con el sendero que, lleno de modificaciones sombrías, se cubría de hierba en la salida de la estación, y recorría siempre de regreso. Por el contrario, el color visto en la página indicaría más claramente una dirección para mirarlo y descubrirlo en el mundo. Aquel era su sentido.
En una casa diferente, ahora que la hierba impresa vuelve a ser quemada, es extraño admitir que al detenerme ante la imagen con la atención que presto siempre a los objetos menores, tengo la impresión de que he aprendido a ver el libro pero he dejado de apreciar los innumerables tonos de la hierba."
Marzo, 2019.
24 de septiembre de 2019
Las hondas superficies
25 de abril de 2019
Las aristas
"En la cumbre del sentir, cresta que alguien ha escalado a su pesar, sólo hay aristas incoloras, reales como las cosas. (...) El escalador pronuncia entonces la palabra — que ya no escribirá — y luego calla..."
20 de marzo de 2019
Imágenes de las mañanas de marzo
5 de febrero de 2019
Estar aquí
12 de octubre de 2018
El canto
1 de junio de 2018
Hacer memoria
29 de mayo de 2018
Ambas orillas
— Admites que hay entonces perspectivas diversas. Creo que esto conlleva la aceptación de lo externo: algo diferente de nosotros, un afuera, sea lo que sea.
2 de abril de 2018
Ofrendas olvidadas
13 de marzo de 2018
Espejo
21 de febrero de 2018
Otra vez
1 de febrero de 2018
17 de Octubre
1 de diciembre de 2017
Cambio de aliento
27 de octubre de 2017
Manantial
9 de agosto de 2017
Una casa en el desierto
22 de junio de 2017
Duración
23 de mayo de 2017
Una gruta azul
7 de mayo de 2017
Metamorfosis del aire
Pared blanca. Entre todas las voces, una más clara, más lenta, dice: no ser demasiado elevado. No perder un apoyo simple, verdadero. Fidelidad a la raíz. Fidelidad a la tierra.
Entre todas la voces, escuchamos la que habla más bajo.
5 de mayo de 2017
Materia solar
25 de abril de 2017
Antes de empezar
Partitura
18 de abril de 2017
Cantos Árticos
13 de abril de 2017
Oración
11 de abril de 2017
Otra fuente
26 de marzo de 2017
Ver
22 de marzo de 2017
Sobre una piedra
21 de marzo de 2017
Diálogo en la montaña
Voz de Nadie
19 de marzo de 2017
La duración visible
5 de diciembre de 2016
Piensa en el corazón
Las palabras que nombran lo que somos y tocamos son como las motas de polvo que, o bien se posan sobre superficies extrañas, o bien siguen flotando perdidas en la sombra. Con paciencia inagotable alguien teje un poema en el vacío. Parece un canto o un lamento, o ambas cosas a la vez. ¿Es eso el arte?
3 de marzo de 2016
Cuerpo, escritura, imagen.
Antes de la palabra, el ruido.
25 de enero de 2016
Opacidad
Sendas perdidas
4 de enero de 2016
Silenciarse
1 de octubre de 2015
Preguntar
27 de septiembre de 2015
Comenzar
El nacimiento es el más misterioso de los comienzos. En él, algo se forma, o bien a algo se le da forma, y empieza a ser. Nos hacemos preguntas: ¿Dónde comienza? ¿Quién o qué le da su forma? Y sobre todo: ¿a partir de qué? Quizás sea ya demasiado tarde para la metafísica, para defender que algo pueda crearse de la nada. Pero precisamente porque es tarde para la metafísica, porque ya no hay lugar para la nada en el mundo, por eso, tal vez, podemos comprender mejor qué significa, si significa algo, comenzar.
No hay lugar para la nada. El mundo está lleno, pesa demasiado. Paradójicamente, un mundo que no deja lugar para la nada, que se reivindica como lo único existente, al mismo tiempo va alojando un hueco, un vacío. Si es indiferente que algo comience o que algo acabe, porque nunca nada verdaderamente comienza; si todo comienzo es una repetición, entonces cada repetición es en sí misma la expresión de una nada que se hace visible en su propio repetirse. Pero esta nada abre otro orden, una oportunidad para que algo nazca. Pues todo se repite, pero las repeticiones nunca son iguales.
Cada nacimiento es testimonio de un abismo. Nos sitúa ante la extrañeza: reconocemos con asombro que en lo que nace hay algo que regresa, que nos es devuelto. Por eso cada nacimiento ha de ser recibido, y ha de tener alguien, o algo, a su espera: lo que nace retornando nos reclama, porque viene inacabado, hasta cierto punto vacío. Pero no del todo. Necesita abrirse a la presencia, y ser acogido. Recibir un vacío. Esto, podríamos decir, es crear.
Para un mundo sin metafísica, esta idea puede ser conciliadora: no creamos desde la nada, sino con la nada. O bien: al crear hay, acaso, una cierta nada que nos crea y nos da forma, con la que moldeamos, y que a su vez nos moldea. Así puede explicarse la identidad entre el nacimiento y el retorno. Y desde lo creativo, así podríamos pensar el momento misterioso, a veces aterrador, del comienzo. Algo nace: se forma, o se transforma. Atraviesa un límite, testimonia una base desconocida, materia oscura que a la vez sostiene y constituye lo visible. Introduce en el mundo, casi sin ser notado, una porción de sombra. Martin Heidegger escribió que un niño, cuando nace, ya está maduro para morir. Lleva en él, efectivamente, la semilla para un nuevo nacimiento, para una nueva muerte.
Nos encontramos entonces en el borde, a punto de cruzar. Llevamos con nosotros, aunque no lo sabemos, un silencio: algo que hemos olvidado. Ni siquiera a partir de estas palabras, olvido, silencio, lo podemos nombrar. Nos disponemos a dar el paso. Ni completamente libres, ni completamente determinados. Apenas sin margen, como en el sendero más estrecho. Al mismo tiempo dispuestos para nacer y para asistir a lo que nace. Así nos es dado el comienzo.