24 de septiembre de 2019

Las hondas superficies

"Entre el lector y el libro se intercambia un silencio. Lo abrimos. Lo dejamos sobre la mesa. Esta acción sencilla tiene el carácter de una invocación. En él hay un espacio no interpretado aún, como un camino al dibujarse, muy débil, en la tierra. Toda lectura requiere acallamiento. La preparación para el libro: un gesto interior.

Con el deseo de alcanzar esta vivencia, pero sabiendo que no puede buscarse, un pensador ha puesto rumbo a la naturaleza. Estas eran las cosas vistas: el movimiento del maíz, o el animal que pasa sin hacer ruido. Ante ellas se ha vuelto suave la indefinible soledad. El pensador ahora siente que ya puede vivir, dedicado enteramente a la posibilidad poética de ver: no al mirar esto o aquello, los objetos que salen a su paso, sino algo mayor, como una red que los sostiene para que se muestren."

Diciembre, 2018.
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25 de abril de 2019

Las aristas


"En la cumbre del sentir, cresta que alguien ha escalado a su pesar, sólo hay aristas incoloras, reales como las cosas. (...) El escalador pronuncia entonces la palabra — que ya no escribirá — y luego calla..."

20 de marzo de 2019

Imágenes de las mañanas de marzo

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Sensación y realidad. Estar más cerca de la luz, donde el objeto es recipiente de una intensidad que no le pertenece. La visión es el único, el último enigma.

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Quien se adentra en soledad conoce a su animal. Allí renueva su fondo. Tenemos, oí decir, un pelaje más áspero, pero una piel suave. Y más tarde: para ir a la serenidad basta ir con serenidad. En el camino de regreso, estando solo, vi por primera vez la hierba oscura, y un guijarro que brillaba, muy débil, como el granizo en la tierra.

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Rastro de agua deshelada. Una casa nos llama desde su afelio, desde su verano futuro. Repentino verdor azul.

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No saber qué es tocar — presencia indefinible de lo común — pero estar siempre dentro de lo táctil. Antes de escribir, la concentración del tacto en la piel de los dedos. Un alrededor se incorpora: se vuelve interno el exterior. Algo se alza y a la vez se hunde en el ser. (Así el ser alza las cosas al hundirse en ellas.)

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Un significado es un ruido hecho palabra. Es la imagen que la palabra invoca, relación imaginaria entre los ruidos y las cosas. — A la inversa, hace falta una escucha muy honda para descubrir en la palabra su sonido, su ruido.

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El humo reclamaba al pensamiento. (Para un observador distante, la columna gris era tanto un signo de peligro como una posibilidad de encuentro). Fuego y peligro: fuego y amistad. 




5 de febrero de 2019

Estar aquí

¿Dónde? 

En el amanecer de la forma, cada vez. Y también al mediodía, cuando todo se muestra sin ocultar su borde. 

Es tiempo de escuchar. La mirada escribe la sinfonía de la apariencia. Fotografiamos: algo de esta ocupación humilde es suficiente aún. Decías: insiste en ella, pero que nada sea casual. Que todo sea fruto de una libertad necesaria. 

Hacia un final, o un horizonte, sólo vale orientarse: no se llega. Pero en el camino hay espacios donde descansa el ojo. Bastan las cosas que en cada instante están presentes. Basta reconocer su lugar respecto a otras, como el tono que una cuerda aporta a la música total, fruto de la tensión del mundo. 
 
Lo bello, al ser mirado, no reclama una acción: es aquello que, aunque podríamos ignorar, se convirtió en nuestro centro. 

(Por ejemplo las piedras, que siendo tan antiguas me parecieron fugaces. Y en cambio el viento, esta mañana, al pasar por el filo de una hoja, era una eternidad.) 

Un lector se aproxima. De su pensamiento no nacen los poemas: al contrario, fue la poesía la que hizo necesario al pensamiento, la que siempre lo invocaba. El poema que precede a lo pensado, ¿tiene por eso una relación difícil con el lenguaje? 
 
El poeta ya no persigue las palabras para decir su pensamiento. Desearía, en cambio, una ebullición muda. La obra da un rodeo y seguimos su rastro. Escribir así es levar anclas en el lenguaje. Nada se fosiliza más rápido que él: si sale a flote, lo hace como el cuerpo de los náufragos (frío). ¿Qué ha sido, entonces, fotografiar? ¿Dar espacio a un punto ciego que crezca en la visión dibujando un hueco? El fotógrafo aprende a olvidar significados: instalado en su propio punto ciego, estira la mano y va palpando lo real. Con un conocimiento precario e impreciso llega hasta la imagen. 

Sobre la mesa, un triángulo de luz cubre una veta en la madera: un meridiano. Su rastro aéreo - polvo suspendido - me recuerda al cometa que observamos una vez. Sigo leyendo: “Y lo entrevisto puede encontrar su figura, y lo fragmentario quedarse así como nota de un orden remoto que nos tiende una órbita.” (Zambrano) No ser meramente necesario, ni tampoco libre. Sentí un mandato y lo seguí, para descubrir que lo di yo. Prestar la máxima atención a las órdenes propias: nada importa más. 

Escritura velada: ¿qué se vela en ti? El excedente de la luz, la plata oscurecida: una fotografía desaparece cuando lo accidental hace su ley.