5 de febrero de 2019

Estar aquí

¿Dónde? 

En el amanecer de la forma, cada vez. Y también al mediodía, cuando todo se muestra sin ocultar su borde. 

Es tiempo de escuchar. La mirada escribe la sinfonía de la apariencia. Fotografiamos: algo de esta ocupación humilde es suficiente aún. Decías: insiste en ella, pero que nada sea casual. Que todo sea fruto de una libertad necesaria. 

Hacia un final, o un horizonte, sólo vale orientarse: no se llega. Pero en el camino hay espacios donde descansa el ojo. Bastan las cosas que en cada instante están presentes. Basta reconocer su lugar respecto a otras, como el tono que una cuerda aporta a la música total, fruto de la tensión del mundo. 
 
Lo bello, al ser mirado, no reclama una acción: es aquello que, aunque podríamos ignorar, se convirtió en nuestro centro. 

(Por ejemplo las piedras, que siendo tan antiguas me parecieron fugaces. Y en cambio el viento, esta mañana, al pasar por el filo de una hoja, era una eternidad.) 

Un lector se aproxima. De su pensamiento no nacen los poemas: al contrario, fue la poesía la que hizo necesario al pensamiento, la que siempre lo invocaba. El poema que precede a lo pensado, ¿tiene por eso una relación difícil con el lenguaje? 
 
El poeta ya no persigue las palabras para decir su pensamiento. Desearía, en cambio, una ebullición muda. La obra da un rodeo y seguimos su rastro. Escribir así es levar anclas en el lenguaje. Nada se fosiliza más rápido que él: si sale a flote, lo hace como el cuerpo de los náufragos (frío). ¿Qué ha sido, entonces, fotografiar? ¿Dar espacio a un punto ciego que crezca en la visión dibujando un hueco? El fotógrafo aprende a olvidar significados: instalado en su propio punto ciego, estira la mano y va palpando lo real. Con un conocimiento precario e impreciso llega hasta la imagen. 

Sobre la mesa, un triángulo de luz cubre una veta en la madera: un meridiano. Su rastro aéreo - polvo suspendido - me recuerda al cometa que observamos una vez. Sigo leyendo: “Y lo entrevisto puede encontrar su figura, y lo fragmentario quedarse así como nota de un orden remoto que nos tiende una órbita.” (Zambrano) No ser meramente necesario, ni tampoco libre. Sentí un mandato y lo seguí, para descubrir que lo di yo. Prestar la máxima atención a las órdenes propias: nada importa más. 

Escritura velada: ¿qué se vela en ti? El excedente de la luz, la plata oscurecida: una fotografía desaparece cuando lo accidental hace su ley.