26 de marzo de 2017

Ver

El cuerpo ocupa el centro de la visión. La visión se hace oscura. Se desata del pensamiento, y así ve. Vemos algo sin más, algo cuyo ser es la continuidad de los instantes. Todavía no se ha vivido un día vacío, totalmente. Cuando el vacío tome el espacio y lo haga transparente el tiempo no saldrá de los ojos. Entre mis ojos y este instante hay sólo una cuerda. Alguien se cubre el rostro para poder ver.

22 de marzo de 2017

Sobre una piedra


Quien pone su mano sobre una piedra sabe de un latir. Pero no porque haya vida en la materia, ni porque todo esté, como dijo Tales, lleno de dioses. Es porque posee el espacio la cualidad de un misterio que algunos han llamado tiempo. — Ponemos la mano y el oído para escuchar: llega un rumor de límites que dura como el mundo. Las cosas muestran, pero ocultan también lo más extraño: son. Alguien las observa atentamente. Nos han dicho que mirar es conocer. Pero mirar es crear, si la existencia es más débil de lo que habíamos supuesto: débil porque viene yéndose, como el instante. Las cosas están abiertas en el mundo. No basta con afirmar su apariencia: nada es más móvil que la apariencia. Son apariciones. Sobre ellas, como sobre una piedra, ponemos la mano. La sentimos vibrar. El espíritu, habitante o no del cuerpo, está ausente. Lo que somos vibra en contacto con lo que hay afuera. Hay un afuera. Y somos ahí. Lo miramos. Toma forma. Es el misterio de ser, de durar. — Una vez, subiendo una montaña, llegué a una cumbre vacía. La atravesaba la luz. El ascenso es a la vez un camino que baja. Respiración oculta en el centro de un corazón. Late como la piedra al comenzar. Alguien calla, sin asentir ni negar. Sobre una arista que se eleva en la tierra. La mirada en la quietud deja paso a un silencio. Entonces una imagen va naciendo en la sombra. Una materia oscura se agrieta, la luz se dispersa. La fotografía, lentamente, aparece.

(Un texto para Diálogo en la montaña)

21 de marzo de 2017

Diálogo en la montaña

He oído decir que Grisey se propuso llegar al interior del sonido, y que la resonancia es como un eco interior que se abre y después se pierde. Buscaba los golpes y la forma en que esa violencia crecía y desaparecía en el tiempo hasta callar. Y en el silencio otra vez los golpes de la piedra al deshacerse, pero nadie lo escuchó. El diálogo en la montaña era entonces la interiorización de un diálogo que no tuvo lugar. Así fue al principio: lo que se dice al otro cuando el otro no está. O bien lo que se dice a sí mismo alguien cuando lo que queda de otro es apenas una sombra. La llevamos con nosotros, como si estuviéramos, en parte, hechos de ausencia. “Diálogo en la montaña” es también el título de un texto de Paul Celan: Adorno y él iban a encontrarse pero no lo lograron, y Celan escribió aquel texto que hablaba de un paseo por la montaña en compañía de nadie. Algo así como ser testigo de un encuentro que no se produce. Y no sé muy bien por qué, pero a veces he pensado que esta condición de ser testigo de una ausencia, de un encuentro que no llega a producirse, era algo semejante a fotografiar; quizás porque fotografiar se ha vuelto muy difícil para mí, y porque desde hace tiempo experimento lo creativo con miedo y frustración, con dolor.

(Fragmento de una carta, invierno de 2014)

Voz de Nadie

En la sombra una imagen. Antes, la decisión. Antes la mirada. Aún antes un deseo que se hace visible, que es sentido en el cuerpo: deseo de lo que dirige la acción y piensa. Antes de pensar, el instante vacío. Así miramos y estamos en el mundo. ¿En su interior? ¿En su exterior?

En el tiempo de la imagen y de la vida. Cada vez más leves, a veces más pesados en él. Con la gravedad que sólo ahora se vuelve audible. Todo esto puede ser, manteniendo la atención a lo que toma forma aquí, fotografiar.

"Seguir el rastro del cuerpo", y escuchar la voluntad. En el cuerpo: la metamorfosis. - No la que sucede una vez, sólo una vez, sino la metamorfosis continua de lo que vive. Donde se abre el ojo. En él se dan las transformaciones - no frente a él. ¿La voz de nadie? Nosotros callamos. El descenso como forma de ascensión.

19 de marzo de 2017

La duración visible

Mirar es el comienzo, lo más transparente y oculto para el fotógrafo. Hemos supuesto, demasiadas veces, que mirar es un mero recorrido visual por lo real. Pero mirar es más bien una forma de apertura y de creación: apertura porque algo llega hasta nosotros; y creación, porque sólo al mirarlo toma forma, existe. Para la mirada, el espacio es una zona indefinida en la que parece desplegarse el mundo. Pero lo decisivo es el tiempo: todo mirar es una experiencia de duración.

Vamos a pensar la fotografía como una investigación sobre la mirada. Pensar la fotografía quiere decir: observar atentamente cómo es fotografiar. La propuesta aquí es considerar la mirada no sólo cómo una parte más del proceso fotográfico, sino como de hecho el momento esencial que sostiene al resto de la práctica. Vamos, por tanto, a pensar la mirada, observando con atención, intentando descubrir de qué manera es un proceso que transcurre en el tiempo y cómo nos incumbe. Fotografiar puede ser entonces una investigación sobre el tiempo: sobre lo perdido, sobre lo que permanece y lo que aguarda, sobre lo incierto. En otras palabras: una investigación sobre lo que se transforma y dura, sobre la duración.

(Introducción del taller La duración visible)