21 de marzo de 2017

Diálogo en la montaña

He oído decir que Grisey se propuso llegar al interior del sonido, y que la resonancia es como un eco interior que se abre y después se pierde. Buscaba los golpes y la forma en que esa violencia crecía y desaparecía en el tiempo hasta callar. Y en el silencio otra vez los golpes de la piedra al deshacerse, pero nadie lo escuchó. El diálogo en la montaña era entonces la interiorización de un diálogo que no tuvo lugar. Así fue al principio: lo que se dice al otro cuando el otro no está. O bien lo que se dice a sí mismo alguien cuando lo que queda de otro es apenas una sombra. La llevamos con nosotros, como si estuviéramos, en parte, hechos de ausencia. “Diálogo en la montaña” es también el título de un texto de Paul Celan: Adorno y él iban a encontrarse pero no lo lograron, y Celan escribió aquel texto que hablaba de un paseo por la montaña en compañía de nadie. Algo así como ser testigo de un encuentro que no se produce. Y no sé muy bien por qué, pero a veces he pensado que esta condición de ser testigo de una ausencia, de un encuentro que no llega a producirse, era algo semejante a fotografiar; quizás porque fotografiar se ha vuelto muy difícil para mí, y porque desde hace tiempo experimento lo creativo con miedo y frustración, con dolor.

(Fragmento de una carta, invierno de 2014)