24 de septiembre de 2019

Las hondas superficies

"Entre el lector y el libro se intercambia un silencio. Lo abrimos. Lo dejamos sobre la mesa. Esta acción sencilla tiene el carácter de una invocación. En él hay un espacio no interpretado aún, como un camino al dibujarse, muy débil, en la tierra. Toda lectura requiere acallamiento. La preparación para el libro: un gesto interior.

Con el deseo de alcanzar esta vivencia, pero sabiendo que no puede buscarse, un pensador ha puesto rumbo a la naturaleza. Estas eran las cosas vistas: el movimiento del maíz, o el animal que pasa sin hacer ruido. Ante ellas se ha vuelto suave la indefinible soledad. El pensador ahora siente que ya puede vivir, dedicado enteramente a la posibilidad poética de ver: no al mirar esto o aquello, los objetos que salen a su paso, sino algo mayor, como una red que los sostiene para que se muestren."

Diciembre, 2018.
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